La sencillez y la funcionalidad son valores indispensables para el diseño industrial al igual que para muchas otras disciplinas como la arquitectura, las bellas artes etc. El máximo exponente de la funcionalidad lo encontramos en la Escuela de la Bauhaus, la escuela de artesanía, diseño, arte y arquitectura fundada en 1919 por Walter Gropius en Weimar (Alemania).
La Bauhaus sentó las bases normativas y patrones de lo que hoy conocemos como diseño industrial y gráfico; es decir, fue determinante para que estas dos profesiones comenzaran a existir, ya que fueron concebidas dentro de esta escuela.
Sin embargo, a pesar de la importancia que ocupan la funcionalidad y la herencia de esta determinante escuela en el diseño industrial pensamos que la creatividad en la estética también es un valor muy importante. Hay infinidad de productos que compramos simplemente por su diseño, es decir, porque nos entran por los ojos, por tanto debemos tener en cuenta que su estética va a ser un factor muy influyente en la decisión de compra.
En este contexto entra en juego el estilo de diseño industrial organicista, uno de los más importantes lenguajes formales. Esta corriente de diseño industrial con sus líneas curvas y relieves inspirados en la naturaleza consigue poner una cara al producto que estamos comprando, expresarnos calidez, cercanía y cotidianidad creando una conexión sentimental con el usuario.
De este modo, cuando compramos, por ejemplo, una cafetera no solo vemos un robot que nos prepara un magnífico café, sino un elemento que encaja a la perfección con el estilo vintage de nuestra cocina. Y probablemente sea la segunda de sus características la que nos haga decidir qué modelo comprar. ¿O sino porqué Nespresso tiene tantas variantes de cafeteras si todas hacen el café con las mismas cápsulas…?
Pero este no es el único ejemplo de la importancia de la estética del diseño industrial en el ámbito del pequeño electrodoméstico, son múltiples los productos que tratan de camuflarse entre la fruta de la cocina o que toman los colores de la naturaleza, eso sí, sin dejar de lado la funcionalidad.
Infinidad de ejemplos de diseños de carácter organicistas los encontramos también en los medios de transporte. Con frecuencia el diseño industrial de coches, motocicletas y aviones se inspira en formas de animales, u otros elementos de la naturaleza, con el fin de transmitir su personalidad. Es por eso que encontramos una diversa fauna en este sector en la que unos vehículos son más agresivos y otros más mansos. Dependiendo del tipo de público al que se dirijan o de la época a la que pertenezcan se inspirarán en un animal u otro para conseguir una estética que exprese sus valores.
Encontramos como ejemplos las suaves y redondas curvas del Volkswagen Beetle, un automóvil de bajo costo fabricado por primera vez en 1938 que pretendía ser un coche para el pueblo. Se caracterizaba por ser un transporte asequible, económico y robusto, características muy acordes a sus formas amables y graciosas. Un caso similar lo encontramos en el Citroën 2CV apodado como el Pato, un automóvil de bajo costo producido por la marca francesa Citroën desde 1948 a 1990.
Por otro lado, encontramos dos coches más actuales El Seat León y los diferentes modelos de Jaguar. Estas marcas saben que su público de hoy en día no sólo busca un vehículo práctico y duradero, sino una extensión de su cuerpo que incremente su pasión por conducir y su disfrute en la carretera. Es por eso que se recurre en el caso de estos dos modelos a formas más agresivas y que inspiren control y seguridad.
Tampoco podemos olvidar el sector del mueble, en el que el diseño industrial orgánico tiene un papel importante. Sin ir más lejos, encontramos el diseño de la silla Wiggle Side Chair de uno de los diseños industriales más famosos de silla de todos los tiempos, Frank Gerhi. Su dimensión estética es muy novedosa pero esto no quita que sea robusta y estable.
Por otro lado, encontramos la serie de 7 sillas del arquitecto Arne Jacobsen, que supo lidiar con sus contradicciones como arquitecto racionalista y diseñador organicista consiguiendo un diseño adaptable al cuerpo humano.
Somos conscientes de que nos dejamos miles de buenos ejemplos de diseño industrial funcional y racional que además, se preocupen por aportar algo más con su estética pero tendríamos que hacer infinidad de posts para poder recabarlos todos. No obstante, pensamos que con estos míticos ejemplos ha quedado claro lo que os queríamos transmitir:
La funcionalidad, la sencillez y la racionalidad son valores fundamentales que cualquier diseñador industrial debe tener en cuenta pero, sin dejarlas de lado, también es importante trabajar la estética del producto puesto que la apariencia es el primer elemento con el que el público entra en contacto, y por tanto, puede ser decisiva en la decisión de compra.
Y aunque estamos de acuerdo con Mies Van der Roe en que “menos es más” también pensamos que la funcionalidad no siempre debe ser sinónimo de sobriedad.
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